Conocido por su arte ingenioso y lúdico, la práctica de Maurizio Cattelan es a menudo cíclica o autorreferencial, remontándose a los absurdos del propio sistema del arte. En esta obra, el público usa las dos bicicletas para alimentar una bombilla de luz, convirtiendo a los visitantes en actores que iluminan la galería. El hecho de que los ciclistas participen voluntariamente o se conviertan en mano de obra para completar la obra es típico de Cattelan y su disruptivo cuestionamiento de los valores a través del humor.