Darío Escobar investiga el desplazamiento de imágenes y objetos de un contexto a otro. En Kukulkan II, combina el nombre y la silueta del dios maya con el símbolo del futbol, sugiriendo que ha reemplazado a las antiguas deidades y creado a los íconos de la cultura contemporánea. Esta pieza combina su interés de trazar la forma de la arquitectura prehispánica (encarnada en la serpiente emplumada), con su uso recurrente de balones de futbol, un emblema de la cultura de consumo del deporte global.