Al hacer referencia a la biblioteca de Nezahualcóyotl —el repositorio de libros más grande de Mesoamérica hacia el siglo XV— Diego Pérez García se dedicó durante dos años a crear una biblioteca pública itinerante mediante la recuperación de libros de la basura o al comprárselos a vendedores ambulantes, para luego ponerlos a disposición del público con la ayuda de un carrito tirado por un burro. Este carrito lo paseó por el municipio Nezahualcóyotl del Estado de México, intentando descentralizar el conocimiento y brindar mayor acceso a la historia de la literatura universal y mexicana. Al romper con el archivo institucionalizado a través de un encuentro con el espacio público en un vecindario económicamente desfavorecido, su proyecto volteó de cabeza la idea de una biblioteca como depósito oficial del conocimiento.