A la edad de treinta y siete años –en aquel entonces la mitad de la expectativa de una vida promedio– James Lee Byars escribió su “1/2 autobiografía”. Sentado en una galería, anotaba pensamientos y preguntas cada vez que un visitante se le acercaba, mismos que posteriormente publicaría en un libro que también llevaría por título “la gran muestra de Byars”. A lo largo de su vida, Byars construyó un mito alrededor de su persona, tejiéndose a sí mismo dentro de un performance continuo que lo convirtió en una de las figuras más míticas y provocativas del arte de la segunda mitad del siglo XX.

James Lee Byars: ½ an Autobiography incluye una selección de esculturas, vestuarios de tela, obras en papel para performance, videos, pinturas de tinta, correspondencia, material efímero, performances y documentación que hace énfasis en la obra de Byars como acontecimiento. La exposición se conformó con obra del fideicomiso del artista, así como de colecciones públicas y privadas, entre ellas el Museum of Modern Art de Nueva York, Getty Research Institute, Berkeley Art and Pacific Film Archive, Kunstmuseum Bern y De Appel Arts Center, entre otras. Esta exposición –la muestra más exhaustiva de James Lee Byars organizada por un museo en Estados Unidos desde su muerte– trata con la ausencia del propio Byars, al tiempo que subraya el carácter necesariamente incompleto de cualquier exposición que resume la vida de un artista.

Obsesionado con la idea de perfección, Byars creó un impresionante cuerpo de obra consistente con su búsqueda de la belleza y la verdad. Guiado por lo que él llamaba “la primera filosofía totalmente interrogativa”, propuso y realizó arte en escalas que oscilan entre la inmensidad del espacio exterior y el nivel microscópico de las partículas subatómicas, intentando delinear los límites de nuestro conocimiento y encarnar a la vez, un deseo por algo más.

Después de estudiar arte y filosofía, en 1958 Byars se reubicó en Kioto, donde pasaría la mayor parte de la siguiente década. Bajo la influencia de los rituales Shinto y ciertos aspectos del teatro Noh, Byars llevó a cabo performances con obras de papel en lugares que iban desde templos japoneses hasta museos y galerías neoyorquinas, y realizó también obras en tela que servían como vestuario para vincular a dos o más personas en performances públicos. A lo largo de su carrera también produjo un número considerable de libros, impresos, “ephemera” y correspondencia que distribuyó entre sus amigos y conocidos a largo de una extensa geografía, misma que atestigua el deseo de Byars de estar presente –así sea de manera fugaz– en distintos lugares y momentos.

Byars vivió y trabajó alternando entre Nueva York, Venecia, Kioto, Berna, los Alpes suizos, Los Ángeles y el sureste estadounidense, y eventualmente eligió El Cairo como lugar de su muerte. Al ubicar su obra entre contradicciones aparentes y desconcertantes –lo monumental y lo minúsculo, lo universal y lo personal, lo lujoso y lo mínimo, la reliquia y el evento, lo espectacular y lo invisible– Byars enaltece la experiencia contemplativa. Dentro de la interrogante estética que promulga, sugiere que la perfección no ocurre sólo en los bordes más evanescentes de la forma sino también en los tenues momentos de atención durante los cuales intentamos discernirla. Una pregunta, afirmó Byars, es “la mejor declaración de realidad que yo conozca”.