El concepto de “acción” se ha vuelto parte del vocabulario básico del arte contemporáneo, sin embargo, este término no forma parte de ningún movimiento o teoría definidos. Al contrario, las acciones abarcan performances y protestas, eventos públicos y momentos íntimos. Éstas pueden realizarse de manera aislada o en grupo donde el público se convierte en participante. El cuerpo del artista puede estar en peligro, o simplemente ser el agente de algún cambio en el entorno. Esta amplia gama de significados implícitos en una acción desvía la atención de la obra de arte material hacia el acto de creación. Y aunque una acción puede ser tan simple como un gesto o una declaración, ésta no existe sólo en el momento en que se realiza. Como la historiadora del arte Galina Yelshevskaya sugiere: “Lo que sucede durante un performance es una parte. Otra es la que se documenta. Y otra más es la forma en que el performance se propaga a través de rumores y en las noticias, y cómo permanece en la memoria de las personas". 1
La transformación del arte en acción se concibió a principios del siglo XX, mediante las ideas radicales de los surrealistas en Francia, los constructivistas en Rusia y los futuristas en Italia, entre otros grupos vanguardistas, muchos de los cuales propusieron –o incluso llevaron a cabo– actos violentos y destructivos que podrían ser arte. En el Segundo manifiesto del surrealismo, André Breton escribió: “El acto surrealista más simple consiste en salir a la calle, pistola en mano y, apretando el gatillo el mayor número de veces que puedas, disparar a ciegas hacia la multitud”. 2 Por su parte, el texto Totem Art de Wolfgang Paalen, publicado en 1943, se convirtió en un vínculo entre el surrealismo europeo y la “pintura de acción” en el continente americano, proponiendo que el artista debía llevar a cabo una especie de ritual extático al momento de hacer una obra. Este modo de entender la pintura, en particular el expresionismo abstracto, como algo distinto de cualquier imagen o representación visual, hizo que la realización de la obra cobrara la misma importancia que su forma final, volviendo el lienzo un registro del acto. 3 Esta distinción influyó en los nuevos desarrollos artísticos de los años 60, como el arte conceptual, los happenings, el performance e incluso el Land Art. En esta trayectoria, la documentación y circulación de las acciones se convirtió en un aspecto fundamental para el arte contemporáneo.
Francis Alÿs por su parte adoptó algunas de las tradiciones del Land Art en una acción en Perú. Describe Cuando la fe mueve montañas, Lima, Perú, 11 de abril de 2002 como “mi intento por democratizar el Land Art” con 500 voluntarios que palean la arena de un lado de una gran duna al otro. 4 El resultado fue un desplazamiento mínimo de la colina, que existió tanto en el paisaje como en las historias que los trabajadores siguen contando hoy en día. Por mucho que haya sido inspirado por el Land Art, este acto fue también un happening, una acción realizada y sostenida por los participantes.
El trabajo de Alÿs empezó con acciones en las calles de la Ciudad de México; a menudo sacaba de contexto ciertas actividades cotidianas; desviaba los ciclos sociales y económicos que existen informalmente en la ciudad, o se situaba dentro de ellos. Estos actos fueron documentados de diferentes formas: desde videos y pinturas, hasta postales que fueron distribuidas y que al entrar en circulación mostraban los espacios en los que aparecían las acciones.
En este sentido, las acciones pueden acontecer en cualquier tipo de espacio – social, económico o físico– y la circulación de la obra dentro de estas esferas es su culminación.
Un legado del arte correo, las obras de cobre de Walead Beshty, se introducen en el sistema postal y la acción se lleva a cabo en los tránsitos de la pieza. Hecho de acuerdo con el peso y las dimensiones de una caja de Fed Ex y enviado por correo, el objeto acumula restos materiales, huellas de su movimiento que dirigen nuestra atención al acto de transportar y exhibir arte. Por su parte, las fotografías de Moyra Davey también llevan las marcas de sus viajes; los sellos postales indican que las imágenes han atravesado sistemas económicos y de distribución antes de ser exhibidas.
En los años 90 y principios de la década de 2000, las acciones de Vanessa Beecroft se llevaron a cabo dentro y fuera del museo, con modelos semivestidas que se reunían para enfrentar a la audiencia. Sus cuerpos idealizados se volvían abyectos bajo el escrutinio del público, sin embargo, las modelos también parecían escudriñar al público de vuelta. Por su parte, las acciones de Spencer Tunick invitan al público a congregaciones nudistas de gran escala en espacios públicos. Sin embargo, lejos de la participación orgiástica en los eventos de Nitsch y otros accionistas, propuestas como estas alteran el statu quo de las normas sociales, distinguiéndolas del teatro.
Y así, aunque las acciones no formen un movimiento definido en el arte contemporáneo, son sin duda un concepto inherente a éste. Ya sea que se haga explícito o simplemente se infiera, el acto de crear una obra siempre será una parte importante de su contexto y de cómo será entendida. Al enfocarse en las acciones, el arte puede verse como una red que se extiende entre el artista y su trabajo; entre lo que se presenta en la sala de exposición, su camino para llegar hasta ahí, y cómo todo esto afecta al espectador.
Texto: Kit Hammonds, curador en jefe