Abraham Cruzvillegas
Autorretrato pendiente, contradictorio, inestable y aburguesado, oliendo a malta, atrapado en un embotellamiento, con ganas de cagar desde hace un rato, escuchando a Martha Debayle, al día siguiente de haber leído ‘Campo de guerra’, de Sergio González Rodríguez, intentando escaparme de la mística de la eficiencia y la competitividad, sin señal en mi celular, y soñando con devorar una papaya jugosa, siguiendo el ritmo de ‘Demolición’, de Los Saicos, 2014
Abraham Cruzvillegas (1968)
Autorretrato pendiente, contradictorio, inestable y aburguesado, oliendo a malta, atrapado en un embotellamiento, con ganas de cagar desde hace un rato, escuchando a Martha Debayle, al día siguiente de haber leído ‘Campo de guerra’, de Sergio González Rodríguez, intentando escaparme de la mística de la eficiencia y la competitividad, sin señal en mi celular, y soñando con devorar una papaya jugosa, siguiendo el ritmo de ‘Demolición’, de Los Saicos, 2014
Vigas de madera, elementos de hierro, barras de refuerzo, ladrillos y piedras usadas, láminas de hojalata, elementos orgánicos, violinista y jarana
Dimensiones variables
La noción de autoconstrucción impulsa la práctica de Abraham Cruzvillegas y ha alcanzado proporciones casi míticas. Sus grandes y frágiles instalaciones se basan en la suspensión de diversos elementos, en su mayoría reciclados o recuperados de construcciones y entornos domésticos. Esta obra emplea soportes de madera, contenedores metálicos y carretillas que se balancean entre sí, mientras que su título hace una ingeniosa referencia a lo que el artista toma de la cultura popular y de consumo. Dos músicos, un violín y una jarana, completan la pieza.