La naturaleza en el arte también implica cómo se ordena el mundo a través del pensamiento científico. En este sentido, Sam Durant y Alicja Kwade son dos artistas que se han replanteado los sistemas de clasificación y la instauración de presuntas verdades o creencias del discurso de la ciencia.
En 2001, Sam Durant colocó un árbol fosilizado sobre un espejo, haciendo alusión al árbol de la vida o el árbol genealógico. Enredado, caótico, discontinuo, sin sentido, invertido, racional, uniforme, estructurado, ordenado, revertido alude a sistemas de clasificación y formas en las que aquello que crece hacia arriba también encuentra sus raíces en el suelo. Esta obra hace referencia directa a la obra de Smithson, en la que estos árboles retoman la dimensión filosófica del papel del ser humano en la naturaleza. Durant creó esta serie de árboles para invocar la historia de la esclavitud y la supremacía blanca, y cuestionar el supuesto orden natural del mundo.
Alicja Kwade recolectó una serie de palmas fosilizadas de hace 65 millones de años para repensar el sistema del tiempo. Creada en 2013, Gegenwartsdauer [La duración del presente] invita a reflexionar cómo la realidad va más allá de su organización lógica. Los pedazos de madera fosilizados están ordenados de mayor a menor tamaño, hasta reducirse a polvo. Sin embargo, la práctica artística de Kwade apunta cómo los sistemas de orden, más allá de ser lineales, son parecidos a los que encontramos en el mundo vegetal: trazan un continuum sin un inicio ni un fin claro, y están interconectados en forma de red.
Trabajar con los materiales provenientes de la tierra y pensar en la naturaleza como parte fundamental de una obra permite indagar el pensamiento especulativo en torno a la ciencia ficción como un sistema de creación de nuevos mundos. La práctica artística de Óscar Santillán revela caminos para hacer ficción del presente, repensar en las tecnologías y nuestra relación con la naturaleza. En Spacecraft (do not conquer) de 2018, Santillán coloca una serie de vasijas una tras otra simulando la forma de una nave espacial. Estas vasijas fueron realizadas a partir de datos recolectados de investigaciones desde 1972 por la Unión Soviética, Estados Unidos y Japón con las que buscaron recrear la composición química de la materialidad en el espacio. Realizada con “tierra extraterrestre”, esta obra cuestiona los límites de la naturaleza y sus relaciones con la tecnología.
Como mencionan los investigadores y ecólogos Omar Felipe Giraldo e Ingrid Toro en su libro Afectividad ambiental. 10 Sensibilidad, empatía, estéticas del habitar, “la estética es el lenguaje de la tierra”, y “la condición ontológica esencial de la ética ambiental”. Con el avistamiento de la crisis ecológica que enfrenta el mundo, la cuestión de lo natural ha tomado cada vez más relevancia a lo largo de los años. Crear espacios estéticos que faciliten la reconexión con nuestros sentidos permite desarrollar la capacidad de lenguaje sensible del arte y formar redes de significados de escucha admirativa y observación profunda de la naturaleza. La naturaleza-como-concepto en el arte posibilita la construcción del conocimiento y el cambio para hacer mundos plurales que sean críticos de los parámetros preestablecidos por los mandatos de la razón y la verdad.
Texto de Carolina Estrada García, asistente curatorial, Museo Jumex.