El cazador y la fábrica es una exposición colectiva que se conforma de una selección de piezas de la Colección Jumex que, aunadas a otras propuestas artísticas, genera un entorno alegórico de las relaciones que se establecen entre los espacios urbanos y la naturaleza, así como de las problemáticas que de ellas se desprenden. Más allá de abordar, en términos generales, temas como el carácter distópico de la ciudad contemporánea, las consecuencias de la industrialización, o la falta de espacios para la cultura y el esparcimiento, las obras en conjunto conducen también a explorar cuál es el papel que un espacio como Fundación Jumex puede potencialmente jugar en el contexto inmediato de Ecatepec.
Santa María Tulpetlac, una tarde de domingo. Se trata de un escenario conocido: ríos y lagos desecados, bosques talados y pavimentados que han cedido a la migración, a la expansión de la mancha urbana y a la industrialización. Los límites de la ciudad, alguna vez claros marcadores del espacio que divide a la urbe del campo, no son más que un rastro cartográfico abstracto, mientras que la distancia que separa a estas dos entidades se vuelve cada vez más grande. En las esquinas descansan, exánimes, los perros como testigos inhábiles. Los árboles sin hojas que rodean a los estanques brotan del piso como encaje de humo. Aquí y allá, la gente camina entre la luz y la bruma, haciendo del lugar un mundo fantasma. Se ha especulado que el detective es el investigador arquetípico de la ciudad y que su origen se localiza en la figura del cazador: detrás de cada rama se escode un fusil, y sus múltiples bifurcaciones indican los distintos caminos y pistas a seguir. El ojo se detiene en estas figuras —el detective y el cazador— que caminan la sociedad entre leyes, trampas y traiciones de sus cómplices, entre reptiles, bestias salvajes y tribus enemigas. Pero aquí, la rata y el oso no son animales; son personas disfrazadas que, tras una serie de disturbios —varias fuentes han inculpado a la poca relación entre pintor y observador— salen a investigar con la esperanza de hacer dinero, esta vez con el arte. ¿Qué hay entonces de la relación entre la trama urbana y la producción y contemplación artística? El significado político de esta convivencia de la rata, el oso y el cazador en la fábrica no reside, sin embargo, en la representación alegórica de estos y otros arquetipos sociales —payasos, prostitutas, flâneurs, dependientes, detectives, soldados o enfermeras— sino en el intento por afirmarlos a todos por igual como espectadores legítimos, aspirando a trascender la división entre los productores artísticos y los consumidores en la sociedad contemporánea.• Magalí Arriola & Juan Gaitán • Con fragmentos de Walter Benjamin, Roger Caillois, Stephen F. Eisenman, Fischli & Weiss, Pierre-André Lienhard, Tom McDonough & Robert Smithson.